Otoño en la Casa de Campo
Hace unos diez días tuvimos una de esas transiciones bruscas al invierno que tanto caracterizan el clima mesetario de Madrid. Los termómetros cayeron bajo la línea que según el chascarrillo popular separa el frío del calor (ya sabemos: 0º, ni frío ni calor), llegaron las heladas, un viento gélido, y la sensación de que hacía años que el tiempo no nos golpeaba con esa furia. Afortunadamente, los datos están ahí para consultarlos cuando queramos, y resulta que el año pasado tuvimos temperaturas más frías en Noviembre que en este mes pasado.
Sea como sea, el tiempo se vistió de invernal de la cabeza a los pies; preparaba sus mejores galas para recibir la iluminación navideña, e incluso nos hizo soñar con la posibilidad de un manto blanco que saludase al mes de Diciembre a porta gayola. Pero no, al final el calendario ha impuesto su lógica. Esto, que no siempre es así, nos ha llevado a volver al otoño en el transcurso de esta semana, y especialmente en este falso puente de la Constitución. Falso, porque no ha sido tal, dado que el festivo ha caído en lunes y no en martes. Pero es que estábamos tan necesitados de descanso en esta travesía del desierto (del Gobi, imagino, dadas las temperaturas), que todo día feriado nos iba a parecer un acueducto. La borrasca llegó, y hemos vivido tres días de cielos grises, niebla húmeda, y chaparrones abundantes en una atmósfera de temperaturas suaves, lejanas de la escarcha pasada.
Tras semanas sin disfrutar de algo así, he de confesar que me chifla la posibilidad de correr envuelto en ese manto. Si encima tengo la oportunidad de hacerlo en la Casa de Campo, la dicha es doble. Es ahora cuando más bonita se nos viste esta preciosa dama de la urbe madrileña: la humedad, el olor, la combinación de verdes intensos, amarillos en las copas de los árboles, marrones entre rojizos y negruzcos de los troncos de los árboles, hacen que te sientas muy lejos del asfalto, los semáforos y el bullicio cuando no estás más que cuatro pasos de ellos. O cuatro zancadas, por mejor decir. Así que hemos aprovechado para vivir intensamente estos, quizá, últimos coletazos verdaderamente otoñales de la Casa de Campo, antes de que lleguen los fríos de verdad, para hacer un rodaje suave, y otro con un controlado de cinco kilómetros intercalado que me ha servido para dar rienda suelta a las ganas de correr, e ir construyendo una variada base a todo tipo de ritmos en esta pretemporada tardía que ahora mismo estoy viviendo.
Sea como sea, el tiempo se vistió de invernal de la cabeza a los pies; preparaba sus mejores galas para recibir la iluminación navideña, e incluso nos hizo soñar con la posibilidad de un manto blanco que saludase al mes de Diciembre a porta gayola. Pero no, al final el calendario ha impuesto su lógica. Esto, que no siempre es así, nos ha llevado a volver al otoño en el transcurso de esta semana, y especialmente en este falso puente de la Constitución. Falso, porque no ha sido tal, dado que el festivo ha caído en lunes y no en martes. Pero es que estábamos tan necesitados de descanso en esta travesía del desierto (del Gobi, imagino, dadas las temperaturas), que todo día feriado nos iba a parecer un acueducto. La borrasca llegó, y hemos vivido tres días de cielos grises, niebla húmeda, y chaparrones abundantes en una atmósfera de temperaturas suaves, lejanas de la escarcha pasada.
Tras semanas sin disfrutar de algo así, he de confesar que me chifla la posibilidad de correr envuelto en ese manto. Si encima tengo la oportunidad de hacerlo en la Casa de Campo, la dicha es doble. Es ahora cuando más bonita se nos viste esta preciosa dama de la urbe madrileña: la humedad, el olor, la combinación de verdes intensos, amarillos en las copas de los árboles, marrones entre rojizos y negruzcos de los troncos de los árboles, hacen que te sientas muy lejos del asfalto, los semáforos y el bullicio cuando no estás más que cuatro pasos de ellos. O cuatro zancadas, por mejor decir. Así que hemos aprovechado para vivir intensamente estos, quizá, últimos coletazos verdaderamente otoñales de la Casa de Campo, antes de que lleguen los fríos de verdad, para hacer un rodaje suave, y otro con un controlado de cinco kilómetros intercalado que me ha servido para dar rienda suelta a las ganas de correr, e ir construyendo una variada base a todo tipo de ritmos en esta pretemporada tardía que ahora mismo estoy viviendo.
7 comentarios:
¡Ottia! como sigas con ese verbo te veo juntando todas tus entradas en un libro que se venda en la runners ;)
En serio, una buena descripción de estos días que, desde luego, se disfrutan a lo grande.
¿¿A que mola entrenar "al acople"??....pues ya te estás buscando un plan, que éste es mío....jajaja.
Mira que me gusta poco este tiempo para entrenar, pero he de reconocer que el domingo hacia un tiempo perfecto para correr. Y más en la CdC. Nada de frio, llovizna y sin viento. Perfecto. Mejor dicho: Casi perfecto.
Pues en 3C lleva lloviendo sin parar desde el sábado y hoy ya parece que se nos va a caer el cielo encima... (y ya van 3 semanas sin salir en bici... voy a acabar rompiendo el rodillo de tanto uso)
Qué quieres que te diga, donde esté el veranito...
Besitos!
Es realmente curioso, como antaño odiaba los barros y las lluvias, donde tan mal me desenvolvía en las batallas campo a través, y me hacían volar mucho más despacio, y ahora, con el eco del tintinar de la vejez llamando a mi puerta, es cuando más disfruto de esas correrías bajo la destemplanza de la humedad y el barro, quizás porque el cronómetro, ya de por sí el reloj ya marca los minutos a setenta segundos...
Bueno, mucho paisaje, muchos verdes y ocres, mucho hablar del tiempo, pero de correl, ¿qué?
Pd.
A ver si te voy preparando tu pretemporada
Luis, espero que no me echen del ciberespacio por pretencioso, al menos :-)
En esta nueva etapa trato de prestarle menos atención a los números y los ritmos, y un poquito más a qué y cómo escribo.
Blade Raulner, la verdad es que le estoy cogiendo gustillo, jeje. No sé si cuando me toque apretarme los machos no lo voy a echar de menos ;-) De momento vamos a seguir un poco con ello, como el miércoles pasado en Vicálvaro, por ejemplo.
Mildo, lo cierto es que casi casi tenemos que esperar a fines de semana como el que estamos pasando ahora para darnos cuenta de que el pasado era más feúcho, pero mucho más cómodo para el 'correl'. Y es que hemos tenido ahora mismo un par de días de un frejjjquito de pelotas.
Esther, al menos ahora os ha dado una tregua y se ha cambiado la lluvia por la nieve. Total, en bici no vale ni lo uno ni lo otro, pero la nieve le da un aire más chulo, ¿no?
Efectivamene, Kike, hay días en los que sientes que lo mejor que puedes hacer es abandonarte al disfrute de lo que te rodea, sin que importen mucho los tiempos por kilómetro, la duración del entrenamiento, o el objetivo concreto perseguido. Es la excusa perfecta para no preocuparse en exceso por no estar en la mejor forma posible.
Y sí, a mi cada vez este tiempo me agrada más para practicar deporte. El calor del verano, sólo para la pista y para las cañas en un chiringuito... que tampoco está mal, jeje.
¡Ah! Manda huevos que tú hables de vejez, macho...
Vicen, ok, en la próxima pongo algo más del correl, jajajaja. Es que me siento delante del teclado, me llegan las musas y no sé parar :-D
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