Ese gusano
Enero de 2008.
Cruzada la línea de meta de la media de Getafe, un corredor exhausto, pero muy feliz, encuentra un punto de reposo para tomar aire, echar la vista atrás, y felicitarse por el objetivo conseguido: una muy considerable rebaja en su marca personal en la distancia. Han sido unos buenos meses, pues ya en la primavera anterior mejoró su registro en la carrera de 10 km de Laredo; y ahora esto: en casa, un nuevo éxito. Va siendo el momento de tomarse las cosas con más calma, se dice. De aproximarse al lado lúdico del deporte, de salir a trotar por la casa de campo y por los caminos cercanos a casa, pero sin ningún objetivo en la mente. Sólo acompañando a los amigos, charlando, pasándolo bien en definitiva.
Y así fue. Desde ese momento su cabeza se reordena, prioridades no desatendidas, pero sí algo más olvidadas, cobran la importancia que no tuvieron en los meses pasados. Los miércoles dejan de estar asociados al dolor del tartán, y las carreras vuelven a ser el entorno en que coincidir con quien no ves hace tiempo, propiciando el reencuentro.
Una breve lesión jugando al fútbol contribuye a la desconexión. Definitivamente las zapatillas quedan aparcadas en el armario, al tiempo que la voz de unos botines con calas automáticas es atendida: comienza la primavera, el verano... y con ello el tiempo de la bici, ese ciclismo recreativo tan propio de sus vacaciones.
Septiembre de 2008.
El verano se acerca a su fin, con el epílogo de San Miguel como última manifestación. Los días acortan y se hacen menos propicios para la bici, con lo que las zapatillas de correr vuelven a llamar a la puerta del armario. Quieren salir. Y nuestro corredor vuelve a trotar, a coger ritmo poco a poco. No lo sabe, pero en los largos meses que estuvieron aparcadas, las zapatillas debieron de incubar el huevo de un desconocido gusano que ahora, invisible, comienza su labor.
Se suceden las semanas y los trotes devienen entrenamientos; las carreras continuas se adornan con cambios de ritmo; los miércoles vuelven a tomar el color naranja de la pista de Vicálvaro. Y, como quien no quiere la cosa, el gusano engorda y quiere comer... y come, y come, y no se sacia, y las carreras vuelven a ser competiciones. Y nuestro corredor ya no sale a correr, sino a entrenar.
Diciembre de 2008.
En el frío de Aranjuez todo parece hibernar, los campos helados y el río manso no quieren despertar en una mañana gélida. Sólo el gusano, inagotable, revienta de vida. Quiere más, quiere seguir creciendo y reclamando protagonismo. Habrá que saciarlo. Así sea: nuestro corredor sale a por todas, y se lleva bajo el brazo una nueva marca personal en los 10 km... que durará lo que quiera el gusano, claro.
Primavera de 2009.
No hay más remedio que admitir su existencia. Ha llegado para quedarse, y en tanto en cuanto le acompañe, al corredor no le queda otra que ir alimentando a su simbiótico compañero de batallas. Y es que lo que unos podrían considerar un parásito, para el corredor, atleta, o lo que sea, es un ser con quien se establece una simbiosis: el gusano le hace entrenar, sufrir y mejorar, y el corredor le devuelve una media en Getafe en otro minutito menos. El gusano le saca a la calle haga frío, nieve o llueva, que de todo hemos tenido este año en Madrid, y el corredor le obsequia con un nuevo registro personal en la Cursa de Bombers.
Y el gusano se pone pesado, no quiere salir, está tan cómodo en el cuerpo de nuestro atleta, que decide salir a darse un paseo de más de 42 km por las calles de Madrid. Y años después, Raúl vuelve a completar el recorrido de Mapoma, y eso que hace un año ya iba a dedicarse al correr por correr. Y lo hace rebajando más de 12 minutos su marca personal. Y no sabemos sin merced a la compañía del gusano, o de qué, cuando enfila la entrada por el paseo de Coches, proclama al viento: ¡He sufrido lo justo!
Bendito gusano, qué le deparará, qué nos deparará a todos los demás...
***********************************************************************
A mi me puedo aplicar el conocido dicho: "No news, good news". Sigo acumulando buenas semanas de entrenamiento, y así me planto a menos de dos semanas del medio maratón de San Sebastián, claro objetivo de la temporada.
Las sensaciones y los entrenamientos están siendo excelentes. Ahora queda desear que el día sea bueno en lo meteorológico, y que a las piernas les apetezca correr ese día.
Cruzada la línea de meta de la media de Getafe, un corredor exhausto, pero muy feliz, encuentra un punto de reposo para tomar aire, echar la vista atrás, y felicitarse por el objetivo conseguido: una muy considerable rebaja en su marca personal en la distancia. Han sido unos buenos meses, pues ya en la primavera anterior mejoró su registro en la carrera de 10 km de Laredo; y ahora esto: en casa, un nuevo éxito. Va siendo el momento de tomarse las cosas con más calma, se dice. De aproximarse al lado lúdico del deporte, de salir a trotar por la casa de campo y por los caminos cercanos a casa, pero sin ningún objetivo en la mente. Sólo acompañando a los amigos, charlando, pasándolo bien en definitiva.
Y así fue. Desde ese momento su cabeza se reordena, prioridades no desatendidas, pero sí algo más olvidadas, cobran la importancia que no tuvieron en los meses pasados. Los miércoles dejan de estar asociados al dolor del tartán, y las carreras vuelven a ser el entorno en que coincidir con quien no ves hace tiempo, propiciando el reencuentro.
Una breve lesión jugando al fútbol contribuye a la desconexión. Definitivamente las zapatillas quedan aparcadas en el armario, al tiempo que la voz de unos botines con calas automáticas es atendida: comienza la primavera, el verano... y con ello el tiempo de la bici, ese ciclismo recreativo tan propio de sus vacaciones.
Septiembre de 2008.
El verano se acerca a su fin, con el epílogo de San Miguel como última manifestación. Los días acortan y se hacen menos propicios para la bici, con lo que las zapatillas de correr vuelven a llamar a la puerta del armario. Quieren salir. Y nuestro corredor vuelve a trotar, a coger ritmo poco a poco. No lo sabe, pero en los largos meses que estuvieron aparcadas, las zapatillas debieron de incubar el huevo de un desconocido gusano que ahora, invisible, comienza su labor.
Se suceden las semanas y los trotes devienen entrenamientos; las carreras continuas se adornan con cambios de ritmo; los miércoles vuelven a tomar el color naranja de la pista de Vicálvaro. Y, como quien no quiere la cosa, el gusano engorda y quiere comer... y come, y come, y no se sacia, y las carreras vuelven a ser competiciones. Y nuestro corredor ya no sale a correr, sino a entrenar.
Diciembre de 2008.
En el frío de Aranjuez todo parece hibernar, los campos helados y el río manso no quieren despertar en una mañana gélida. Sólo el gusano, inagotable, revienta de vida. Quiere más, quiere seguir creciendo y reclamando protagonismo. Habrá que saciarlo. Así sea: nuestro corredor sale a por todas, y se lleva bajo el brazo una nueva marca personal en los 10 km... que durará lo que quiera el gusano, claro.
Primavera de 2009.
No hay más remedio que admitir su existencia. Ha llegado para quedarse, y en tanto en cuanto le acompañe, al corredor no le queda otra que ir alimentando a su simbiótico compañero de batallas. Y es que lo que unos podrían considerar un parásito, para el corredor, atleta, o lo que sea, es un ser con quien se establece una simbiosis: el gusano le hace entrenar, sufrir y mejorar, y el corredor le devuelve una media en Getafe en otro minutito menos. El gusano le saca a la calle haga frío, nieve o llueva, que de todo hemos tenido este año en Madrid, y el corredor le obsequia con un nuevo registro personal en la Cursa de Bombers.
Y el gusano se pone pesado, no quiere salir, está tan cómodo en el cuerpo de nuestro atleta, que decide salir a darse un paseo de más de 42 km por las calles de Madrid. Y años después, Raúl vuelve a completar el recorrido de Mapoma, y eso que hace un año ya iba a dedicarse al correr por correr. Y lo hace rebajando más de 12 minutos su marca personal. Y no sabemos sin merced a la compañía del gusano, o de qué, cuando enfila la entrada por el paseo de Coches, proclama al viento: ¡He sufrido lo justo!
Bendito gusano, qué le deparará, qué nos deparará a todos los demás...
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A mi me puedo aplicar el conocido dicho: "No news, good news". Sigo acumulando buenas semanas de entrenamiento, y así me planto a menos de dos semanas del medio maratón de San Sebastián, claro objetivo de la temporada.
Las sensaciones y los entrenamientos están siendo excelentes. Ahora queda desear que el día sea bueno en lo meteorológico, y que a las piernas les apetezca correr ese día.
3 comentarios:
¡Anda coño! ahora va a resultar que la solitaria es beneficiosa para el corredor ;) Buen relato, enhorabuena a Raul, sea quien sea y mucha suerte para ti en SS.
Mira que hay veces que me planteo que hay que pasar del gusano al menos una temporada para poder "desmachacarse" un poco, pero nada, que no se quiere ir el muy.... gusano :-P ;-))
Besicos y felicidades de mi parte a Raúl!! (que esa mejora va a ser por el "cross training" sobre la nieve fijo fijo ;-))
Felicidades a Raul, pero juraría que hablabas de ti mismo.
Suerte con esos entrenos, lo demás es cuestión de tiempo.
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